Las iniciativas solidarias frente a la pandemia como instrumento de la innovación social

Julia Salom Carrasco
Instituto Interuniversitario de Desarrollo Local
Universitat de Valencia

1. El impacto social de la crisis pandémica

La pandemia de la COVID-19 ha hecho aflorar y ha ensanchado de forma radical las grietas sociales preexistentes relativas a la calidad y condiciones de la vivienda, del empleo, la brecha digital y el acceso a la información. El impacto de las medidas restrictivas y del teletrabajo ha sido muy diferente entre profesiones y sectores económicos, de forma que ha agravado las desigualdades geográficas y entre grupos de edad y sexo preexistentes. Así, la brecha de género en el desempleo en el tercer trimestre de 2020 se ha ampliado respecto al mismo trimestre del año anterior, hasta alcanzar una diferencia de 4 puntos (18,39% en mujeres frente al 14,39 en hombres). Por otro lado, la crisis ha afectado especialmente a los grupos sociales más frágiles, que han visto cómo sus condiciones de vida empeoraban más rápida e intensamente, ante la conjunción de problemas de salud, pérdida de empleo, dificultades en la vivienda, en la convivencia y en los cuidados, y del ensanchamiento de la brecha educativa y digital. En este sentido, un informe reciente de Cáritas indicaba que el aumento del desempleo entre los meses de febrero y abril entre la población más vulnerable ha sido ocho veces superior a la del conjunto de la sociedad, alcanzando hasta el 73%. En consecuencia, la pobreza severa (menos de 370€ para una persona y menos de 776€ para dos adultos y dos menores de edad) se ha incrementado un 30%, alcanzando ahora a un millón de personas entre las familias que Cáritas está acompañando en España (Equipo de Estudios de Cáritas Española, 2020).

Sin embargo, como ocurrió en otras crisis sociales y económicas anteriores, la crisis pandémica también ha potenciado y visibilizado otros fenómenos que ya existían, pero que permanecían larvados, como es el caso de las iniciativas ciudadanas solidarias. En este ámbito de solidaridad, lo más destacable no ha sido, pese a su importancia, la existencia de iniciativas de solidaridad de carácter personal e individual, ni la intensificación del esfuerzo de las asociaciones caritativas o sociales para atender a todos los “nuevos pobres” generados por la nueva situación, sino el hecho de que muchas de las iniciativas individuales se han sabido articular de forma colectiva para satisfacer necesidades a las que la administración no atendía adecuadamente. Y esto se ha hecho, en unos casos, mediante la adaptación de marcos colectivos ya existentes (asociaciones, fundaciones, empresas), y, en otros, mediante la creación de nuevas plataformas, a menudo con el apoyo de las nuevas tecnologías. Respecto a este último fenómeno, es posible encontrar un repertorio global de estas plataformas en el banco de recursos del proyecto SOLIVID.

Esta articulación en redes de las iniciativas, llevada a cabo desde abajo y no inducida por la administración, va más allá de la solidaridad, ya que tiene un potencial transformador que lo convierte en un proceso de innovación social. De acuerdo con la definición que da Moulaert (2019) de dicho proceso, se trataría de “una innovación en las relaciones sociales basada en los valores de solidaridad, reciprocidad y asociación” (pág. 1); de una “reconfiguración de las relaciones sociales y espaciales que presenta un potencial de cambio social o transformación socio-política a gran escala” (pág. 39).

El desafío que ahora se plantea es consolidar y mantener este potencial innovador de la ciudadanía más allá de la situación de emergencia, de forma que constituya una fuerza de transformación social en términos de equidad, inclusión y oportunidades. En palabras de los impulsores de la iniciativa colectiva Frena la curva, “¿Qué queda de este espíritu innovador después de cada crisis? ¿cómo impulsarlo, extenderlo, sostenerlo más allá de los momentos de emergencia? ¿Cómo crear las condiciones propicias para que la innovación se convierta en un factor normalizado en la vida cotidiana?”. (Sánchez y Antón, 2020, pág. 16). A este respecto, el análisis de las iniciativas solidarias, desarrolladas durante las primeras fases de la pandemia en la ciudad de Valencia nos aporta información relevante sobre las características del fenómeno y sus posibilidades de perduración en el tiempo.

2. Las iniciativas solidarias colectivas en la ciudad de Valencia durante la pandemia

El inicio del estado de alarma y la adopción de medidas de confinamiento como consecuencia de la crisis sanitaria generó en España, como en otros países, numerosas iniciativas de solidaridad ciudadana, algunas de las cuales se articularon de forma colectiva para apoyar las distintas necesidades. Para su análisis en el caso de la ciudad de Valencia, partimos de la información recopilada por el proyecto SOLIVID. Se trata de un proyecto colaborativo y no lucrativo, de datos abiertos, cuyo objetivo es la recopilación, difusión y análisis de las iniciativas solidarias frente a la crisis de la COVID-19. A finales de 2020, esta página había recogido información sobre 2.500 iniciativas en 28 países del mundo.
La iniciativa surge desde entidades de investigación vinculadas a la Universitat Autónoma de Barcelona, y a ella se han ido adhiriendo hasta 32 grupos de investigación de distintos países europeos e iberoamericanos. En la Comunidad Valenciana ha sido el grupo de investigación INNODES del Instituto Interuniversitario de Desarrollo Local de la Universidad de Valencia, el encargado de difundirlo, apoyarlo y recopilar la información. Nuestro grupo de investigación ya viene trabajando desde hace años en visibilizar, estudiar y promover las iniciativas de innovación social que suponen la inclusión de la sociedad civil en el ámbito de la innovación, y que constituyen una herramienta fundamental para abordar los desafíos sociales y promover un crecimiento inteligente, sostenible e integrador, que construya sociedades resistentes e inclusivas. Aquí un ejemplo.

La información recogida en dicha plataforma ha sido completada con la realización de entrevistas semiestructuradas a una muestra de las entidades responsables de las iniciativas de la ciudad de Valencia. Estos han sido los principales resultados:
– La identificación y geolocalización de las iniciativas solidarias ha mostrado la importancia de los entornos urbanos. En el caso de la Comunidad Valenciana, el 54% de las 98 iniciativas detectadas en el marco del proyecto se ubica en la ciudad de Valencia, mientras que un 15% adicional ha surgido en la ciudad de Alicante. Dentro de la ciudad de Valencia, se concentra en algunos barrios concretos, un patrón espacial que coincide en líneas generales con el detectado en procesos similares anteriores (Salom et al, 2017), y que demuestra la relación que guarda el nacimiento de estas iniciativas con el capital social del entorno en que surgen.
– Su finalidad es diversa, pero los objetivos más frecuentes son el apoyo a la población vulnerable (31%), la formación de redes de apoyo vecinal que desarrollan distintos tipos de actuaciones (16%), y el apoyo a personas sin techo (16%). Otras iniciativas se concentran en la educación, la asistencia y producción de material sanitario, el consumo y la alimentación, el acompañamiento psicológico, etc.
– Existe una gran diversidad de agentes responsables, aunque predominan las asociaciones y entidades del Tercer Sector (38%) y las empresas (31%). También se constata la presencia de la Administración local (13%) y las asociaciones de vecinos (13%).
Pero quizás lo más relevante es que las entrevistas han permitido diferenciar entre dos grupos de iniciativas: por un lado, aquellas que han sido desarrolladas por entidades que ya actuaban previamente en el ámbito comunitario (fundaciones y ONGs, asociaciones de vecinos, etc.), y que ya habían desarrollado anteriormente otras iniciativas que podemos definir como de innovación social. Estas entidades han sabido adaptarse rápidamente a los nuevos desafíos, comenzando de forma inmediata, nada más decretarse el confinamiento, actuaciones que seguían activas aún a finales de 2020. Por otro lado, encontramos un conjunto de iniciativas llevadas a cabo principalmente por empresas, que desarrollaron una actividad solidaria de forma puntual, fuera de su ámbito habitual de actuación, y que respondieron algo más tarde (normalmente en el mes de abril), atendiendo sobre todo a las necesidades sanitarias de emergencia de la primera ola (reparto de mascarillas, fabricación de material sanitario, etc.). En este caso, la mayor parte de las acciones concluyeron con el fin del estado de emergencia, en junio de 2020.
Estos dos tipos de entidades promotoras, además de su diferente trayectoria previa, muestran además diferencias en su grado de interrelación con otros actores institucionales y agentes comunitarios. Así, mientras que las del primer grupo han mantenido una red de relaciones cooperativas con otras entidades e instituciones locales bastante densa, las del segundo muestran un grado de conectividad muy reducido. La diferencia de embededdness, es decir, de enraizamiento local, de ambos grupos de entidades está relacionado, obviamente, con la existencia de una trayectoria previa en el ámbito comunitario, y parece haber tenido influencia en la perdurabilidad a medio plazo de las iniciativas desarrolladas.

3. Conclusión: Tejido ciudadano y capacidad de transformación social

La descripción anterior nos lleva, pues, a subrayar algunas ideas relevantes en relación con el impacto social de la crisis pandémica:
– La pandemia ha generado una oleada de iniciativas solidarias ciudadanas, algunas de las cuales podrían constituir un interesante proceso de innovación social
– Una parte importante de estas iniciativas ha surgido de entidades y asociaciones ciudadanas ya existentes que han reorientado su actividad de manera flexible en respuesta a las nuevas circunstancias
– La trayectoria previa, la densidad y la posición en las redes de cooperación de las entidades promotoras de las iniciativas han tenido un fuerte peso en la capacidad de adaptación y respuesta a nuevos retos, así como en las posibilidades de consolidación y supervivencia en el tiempo de las iniciativas emprendidas.
Por tanto, estos resultados nos llevan a subrayar la buena noticia de que en nuestro tejido ciudadano existe una capacidad de respuesta a la crisis muy superior al que parece que tienen otros ámbitos institucionales; sin embargo, esta capacidad está vinculada a una trayectoria previa y a la formación y consolidación de redes de cooperación y aprendizaje colectivo entre los distintos agentes implicados. Por tanto, el objetivo de apoyar un verdadero ecosistema de innovación social debe constituir un factor central en las políticas públicas si queremos que esta capacidad se formalice en una herramienta para afrontar los desafíos sociales y se constituya en un elemento duradero de transformación social.

 

Referencias

Equipo de estudios de Cáritas Española (2020): El primer impacto en las familias acompañadas por Cáritas, Observatorio de la realidad social. La crisis de la COVID-19., nº 1, junio 2020. 25 pp. https://caritas-web.s3.amazonaws.com/main-files/uploads/2020/06/OSR-v4.3.pdf

Moulaert, F.; y MacCallum, D. (2019): Advanced Introduction to Social Innovation, Edward Elgar Pub., Cheltenham, UK, 151 pp

Salom-Carrasco, J., Pitarch-Garrido, M.D., Sales-Ten. A. (2017): Innovación social: estrategias urbanas en un contexto de cambio. El caso de la ciudad de Valencia. CIRIEC-España, Revista de Economía Pública, Social y Cooperativa, 91, 31-58. https://ojs.uv.es/index.php/ciriecespana/article/view/10451/10789

Sánchez, L. y Antón, R. (coord.) (2020): ¿Y si nos enredamos? Colaboratorio para pensarnos juntas, Informe final. https://frenalacurva.net/wp-content/uploads/2020/10/ ElColaboratorio.pdf

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