“La búsqueda de la igualdad entre hombres y mujeres es la mayor innovación social que hemos presentado como sociedad”, ha reiterado la filósofa Amelia Valcárcel en varias ocasiones. Y razón no le falta si observamos cómo al introducir esta innovación social, el resultado es doble: un positivo impacto colectivo y crecimiento económico.
La innovación social, entendida como la introducción de nuevos elementos con el objetivo de transformar la sociedad, es también esencial para alcanzar una sociedad en igualdad.
No obstante, a pesar de los avances, aún queda mucho camino por recorrer. En la actualidad “hay importantes desequilibrios de género” en el sector, algo que obstaculiza el acceso de las mujeres a los recursos para el fomento de la innovación. Esta es una de las principales conclusiones extraídas del estudio Mujeres e Innovación 2020, realizado por el Ministerio de Ciencia e Innovación. “No es que las mujeres innovan menos, sino que, con la información disponible en la actualidad, no es posible saber con exactitud cuánto, ni dónde o cómo lo hacen”, señala el informe.
Por otra parte, la desigualdad estructural continúa siendo un lastre importante para el impulso y desarrollo de las mujeres, también en el ámbito de la innovación. Hoy en día las mujeres representan el 64% del alumnado universitario, pero los puestos directivos, al hablar de innovación, en el ámbito empresarial, científico, tecnológico, económico… siguen ocupados en un porcentaje superior por hombres.
Una aproximación al escenario actual. Mujeres e innovación social
A pesar de que no contamos con todos los datos para trazar una radiografía precisa de cuál es la situación de la mujer en el ámbito de la innovación social, podemos aproximarnos gracias a informes como el Global Entrepreneurship Monitor (GEM). En su última edición España encabeza la paridad en el entorno europeo por sexto año consecutivo, con 9 mujeres emprendedoras por cada 10 hombres, cifra que supera la media europea (6 mujeres por cada 10 hombres).
Además, en España hay más de 650.000 mujeres emprendedoras, según apunta el Instituto de Innovación Social de ESADE en su estudio Mujeres con Impacto: ecosistema de mujeres emprendedoras sociales en España. No obstante, estas cifras aparentemente positivas, podrían ser mejores si no existiesen los obstáculos que enfrentan las mujeres solo por el hecho de ser mujeres.
El estudio destaca que mientras en las fases definitivas de un proyecto, entre el 70 y el 80% de los emprendedores consigue todo el apoyo financiero necesario, en el caso de las emprendedoras la cifra se sitúa por debajo del 30%. Una de las razones: los sectores en los que suelen emprender las emprendedoras sociales son menos valorados por los inversores.
“Las mujeres emprenden más en el sector servicios, con la consecuente menor remuneración, mayor competencia, márgenes de beneficio reducidos, menores posibilidades de supervivencia y menor innovación tecnológica”.
Por su parte, los hombres dedican más horas que las mujeres a sus empresas, pero reconocen que el impacto social no es el principal objetivo de su proyecto (un 51% de los hombres frente a un 83% de las mujeres).
Y otro de los mayores obstáculos de las mujeres en pleno siglo XXI son los cuidados. Estos siguen siendo un terreno reservado a las mujeres. En la actualidad las mujeres siguen estando más condicionadas que los hombres a la hora de conciliar la vida familiar y laboral.
El mundo cambia a la velocidad de la luz y son muchos los grandes retos sociales que enfrentamos. Para lograr hacerlo con éxito, parafraseando a Virginia Woolf, es necesario que las mujeres tengan un espacio propio en la innovación social, en forma de entidad, de laboratorio, de empresa… Así, un mundo que escucha a la otra mitad de la población, será sin duda, un mundo mejor.